Roma (Agencia Fides) – “África es un continente de esperanza en lo que se refiere a las vocaciones a la vida consagrada misionera comboniana. Es un tiempo de bendición como lo fue para Europa después de la Segunda Guerra Mundial”, afirma el p. Elias Essognimam Sindjalim, Secretario general de la formación de los Misioneros Combonianos (MCCJ), en una entrevista con la Agencia Fides.
¿Puede darnos una idea de la situación de las vocaciones combonianas?
Este año tenemos treinta y siete novicios que harán su primera profesión en el mes de mayo: el 8,1% procede de Asia, casi el 19% de América y el 72,9% es africano.
Hay 147 estudiantes de teología y hermanos en la etapa final de la formación básica en este curso 2020-2021. El 86,39% son africanos, el 2,04% son asiáticos, el 10,88% son americanos y el 0,68% son europeos. De estos 147 estudiantes, el 10% son religiosos no sacerdotes, los llamados hermanos. Es importante destacar que somos un instituto de sacerdotes y hermanos que desempeñan ministerios complementarios en la misión.
Las circunscripciones combonianas (provincias y delegaciones) que registran el mayor número de candidatos y jóvenes en formación en África son la República Democrática del Congo, Togo-Ghana-Benín, Mozambique, Malawi-Zambia y Uganda. Últimamente las cifras están aumentando en Sudán del Sur y Kenia.
¿En qué contextos florecen las vocaciones?
En la historia del instituto, las primeras vocaciones africanas procedían casi exclusivamente de las parroquias y de las obras sociales de los misioneros combonianos. Pero las cosas han cambiado, ahora los jóvenes que piden ser combonianos vienen también de parroquias no combonianas a causa de la globalización, pero sobre todo como fruto del servicio de animación misionera realizado a través de las revistas misioneras y de la promoción vocacional en la que ha invertido nuestro instituto, así como de las pastorales sociales.
La mayoría procede de Iglesias vivas en las que cuentan con el testimonio de muchas personas consagradas (combonianos o no) y de laicos que les animan a considerar la opción de la vida religiosa. Algunos dicen que los africanos entran en la vida religiosa por la pobreza. Creo que el verdadero humus para las vocaciones es la vivacidad y la vitalidad de las Iglesias locales africanas, en las que los jóvenes encuentran un espacio para crecer en su fe. Aunque esta motivación para salir de la pobreza pueda estar presente en algunos candidatos, es algo que viene depurado en el largo proceso de formación de los combonianos.
¿Qué impulsa a un joven africano a hacerse sacerdote y misionero comboniano hoy en día?
La primera causa es, sin duda, la vida de fe vivida en las familias y en las Iglesias locales, con su vitalidad y vivacidad, como he dicho antes. Donde hay una vida de fe, actúa el Espíritu, y sólo un joven inmerso en esta vida de fe puede escuchar la voz de Dios que le llama a emprender su camino vocacional. La segunda razón es el testimonio de vida y de misión de tantos misioneros comprometidos en África. Muchos jóvenes nos dicen “quiero ser misionero como tal persona”, aún sin saber todo lo que significa ser misionero comboniano. El buen testimonio es contagioso. El tercer punto es el impacto social de las obras de caridad de los misioneros. En muchos países africanos es la pastoral social de la Iglesia (en escuelas, hospitales, centros de promoción humana, justicia, paz e integridad de la creación, etc.) la que salva la vida de tantas personas cada día, de forma concreta.
¿Cuáles son los retos en esta situación de abundancia de vocaciones?
Si las vocaciones son una bendición, también son una responsabilidad. Ante el gran número de candidatos hay que contar con la responsabilidad de la calidad de la formación y de vivir los compromisos de la vida religiosa a lo largo de toda la vida. Por eso los retos son muchos, como ejemplo cito los cuatro más importantes.
El primer desafío es discernir bien las vocaciones, acompañarlas y formarlas para que vivan los compromisos de la vida religiosa a lo largo de su vida. El Instituto en los últimos diez años ha invertido mucho en personal y medios económicos para preparar a los formadores y promotores vocacionales. El Capítulo de 2009 eligió el modelo educativo de integración (integrar todas las energías y dimensiones de la vida de la persona en torno al centro vital que es Cristo) como modelo a seguir en el acompañamiento y formación de nuestros candidatos. Por ello, en los últimos años, los formadores y promotores vocacionales se han formado en este modelo utilizando principalmente la escuela de formadores de la Universidad Gregoriana, la de la Universidad Salesiana y también las escuelas de formadores de antiguos alumnos del Instituto Gregoriano de Psicología que se encuentran en los distintos continentes. También se han organizado asambleas continentales de formación para la formación continua con los formadores y promotores y para discutir juntos los problemas de la formación tratando de contextualizarla.
El segundo reto es económico, ya que es necesario adaptar las estructuras de formación al creciente número de personas, invertir en estudios de calidad y disponer de medios económicos para sostener a los candidatos y formadores en las casas de formación. Por el momento, este reto se está superando gracias a la solidaridad de las circunscripciones de Europa y de Estados Unidos y Canadá. Pero también hay iniciativas autosuficientes que están creciendo en las grandes ciudades donde trabajamos.
El tercer desafío es el de la interculturalidad, que desde siempre es el más importante para nuestro Instituto porque desde su fundación ha sido llamado a dar testimonio de la catolicidad de la Iglesia formando comunidades internacionales e interculturales en la misión. Este reto se aborda estructurando la formación en los Noviciados, Escolasticados y Centros de Formación para Hermanos con la internacionalidad. Los proyectos de formación están diseñados para ayudar a los candidatos a pasar de la multiculturalidad a la interculturalidad, de una mentalidad nacional o continental a una mentalidad católica que abraza el hecho de que en Jesucristo todos somos hermanos.
El cuarto reto es el de formar para la misión de hoy. Viviendo en una sociedad “líquida”, se puede caer en la tentación de pensar que la misión está en todas partes y olvidar la especificidad de la misión comboniana que es la misión ad gentes, ad vitam, ad pauperes. A los jóvenes les puede resultar difícil vivir lo que los combonianos llaman la misión difícil, la misión de la periferia. Por eso, la preparación para la misión con la especificidad comboniana está siempre en el horizonte de todo el proceso de formación.
(SL) (Agencia Fides 24/4/2021)
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