(ZENIT Noticias, 27.11.2021).- Del 21 al 28 de noviembre se ha desarrollado en la Ciudad de México la Asamblea Eclesial de la Iglesia Latinoamericana y del Caribe. Se trata de la cita continental más importante en la historia reciente de la Iglesia católica en América. La asamblea está conformada por 20% de obispos, 20% de sacerdotes, 1,7% de diáconos, 20% de religiosos y religiosas, 0.7% de personas de otras religiones y 40% de laicos. Uno de esos laicos participantes en la Asamblea es Rodrigo Guerra, secretario de la Pontificia Comisión para América Latina (PCAL). Ofrecemos esta entrevista donde el dr. Guerra habla tanto de esta asamblea como de su trabajo en la PCAL y otros retos eclesiales para este momento de la historia.
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Pregunta: ¿Cómo es la experiencia de trabajar con el Papa y con la Iglesia desde el corazón de ella misma como laico?
Respuesta: Creo que lo más importante a descubrir es que el misterio de Cristo y de la Iglesia pasa justamente a través de la carne concreta de un ser humano. La experiencia del trabajo con el Papa es la experiencia con una persona perfectamente normal en la que indiscutiblemente existe el ministerio de Pedro. Entonces es algo que te ayuda a ponerte en contacto con el misterio de la encarnación.
Pregunta: ¿Cuáles son los temas que tratan dentro de la Comisión Pontificia de América Latina?
Respuesta: ser como una bisagra que facilite este doble movimiento: por un lado, las iglesias de América Latina puedan tener una acogida, un espacio de manifestación de sus preocupaciones en la Santa Sede y, por otra parte, que el Papa pueda tener un organismo a través del cual expresa ciertas preocupaciones y ciertas prioridades que ayuden a los obispos a trabajar siempre en una gran sintonía con Roma.
Pregunta: ¿Cuáles son los temas primordiales para el Papa en este momento y justo con esta Asamblea qué se expresa de ello?
Respuesta: Las cuestiones de matrimonio y familia, las cuestiones de medio ambiente y desarrollo. La gran preocupación del Papa es que todos como Iglesia reaprendamos a caminar juntos, a eso le llamamos «sinodalidad», que es como la dimensión dinámica de la comunión.
A partir de una mirada a la Iglesia Primitiva, el Papa Francisco ha llegado al redescubrimiento de la importancia de caminar juntos y colaborar en igualdad de dignidad sin una especie de subordinación a causa de una diferenciación de ministerios. Todos apreciemos con más fuerza el bautismo. Cada quien en su vocación, sin clericalismo, sin deseo de poder.
Por otra parte, mayor inculturación. El cardenal Marc Ouellet explicó que lo más importante es redescubrir la figura de la Virgen de Guadalupe, la sinodalidad y la inculturación. Ella nos enseña algo muy hermoso: que San Juan Diego se encuentra con María, recibe una gran misión y le lleva una buena noticia al Obispo, es decir, el más humilde, el más pequeño, el que se sabe incapaz, es escogido por Dios a través de María para anunciar una buena noticia al Obispo; esto es la Sinodalidad, la colaboración misteriosa que Dios quiere que todos tengamos con todos, enriqueciéndonos desde nuestras respectivas vocaciones y ministerios.
La parte esencial del mensaje guadalupano es que toda esta interacción misteriosa y providencial que existe de la Virgen María con San Juan Diego se hace utilizando los símbolos, los lenguajes y los códigos que él puede entender.
Una dimensión constitutiva de la fe cristiana es siempre asumir la condición humana, sus estilos de vida y su lenguaje al máximo de las posibilidades como el mismo Cristo lo ha hecho a través del misterio de la encarnación.
Desde esa experiencia de abrazo y de acogida, donde sólo lo asumido es redimido, es decir, si queremos redención del mundo, necesitamos acoger al mundo, salvarlo de sus propias heridas y de sus propios pecados, elevándolos a una nueva condición, que es la de hijos de Dios. María de Guadalupe nos enseña ese método, que es un método en encarnación, es un método de inculturación.
Pregunta: ¿Qué nos puedes decir al respecto sobre el rol de la mujer? ¿Cómo la quieren involucrar?
Respuesta: mi opinión personal es que uno de los temas más desatendidos del Magisterio de San Juan Pablo II es el tema de la mujer… En Mulieris dignitatem menciona que la subordinación de la mujer al varón es fruto del pecado y que los cristianos no estamos llamados a vivir de acuerdo a la ley del pecado, sino a la novedad que introduce el cristianismo en las relaciones entre las personas. En el caso del varón y la mujer en igualdad de dignidad, con diferenciación evidentemente de sensibilidad, de personalidad y de características propias de la masculinidad y de la feminidad.
El Papa Francisco dice que la mujer, sin renunciar a su especificidad, al genio femenino que la caracteriza, debe de luchar por espacios en la sociedad y debe ser reconocida también como un factor de evangelización así de fundamental, que hasta puede y debe colaborar en las labores de gobierno de la Iglesia.
Pregunta: ¿Qué otros temas han tocado?
Respuesta: La principal preocupación que el Papa tiene en el momento que aprobó esta Asamblea no es tanto que abordemos temas nuevos, más o menos de vanguardia, sino que revisemos qué sucedió con Aparecida; porque hay temas pendientes en Aparecida. ¿Por qué el asunto de la gran misión continental de la que hablábamos en el año 2007 no se activó con la profundidad y amplitud que todos hubiéramos deseado?
El asunto de esta Asamblea Eclesial es precisamente que hagamos un examen de conciencia de Aparecida y reconozcamos qué errores y fallos hemos tenido en su implementación y propongamos caminos. Por ejemplo, que toda estructura eclesial se rediseñe y se reformule en estado de misión permanente. A eso se le llamaba «Gran misión continental en Aparecida», que no es simplemente ir y hacer una especie de misión de Semana Santa, que es muy válida, sino que de manera constante todos entendamos que la fe sólo se fortalece dándola.
Superar esa actitud donde se dice: «Primero me formo y luego me entrego, porque nadie da lo que no tiene», y ese tipo de pensamiento, pagano en el fondo, que supone que Cristo no auxilia nuestra fe al momento de vivirla, sino que supone que uno tiene que primero llenarse para poder entregarse. Porque desde el momento del bautismo realmente somos hermanos de Jesucristo, herederos del Reino, miembros plenos de la Iglesia. Por lo tanto, llamados a dar un testimonio que siempre excede nuestras propias capacidades en el plano puramente humano.
Pregunta: ¿Cómo van a hacer para que el Concilio Vaticano II baje a los laicos de a pie?
Respuesta: Creo que este es un primer paso, donde todos tenemos que aprender a caminar juntos, no sólo en momentos como este de Asamblea, sino de ordinario. Entonces, ¿cuánto tiempo llevará que hasta el último rincón de la Iglesia reaprendamos a convivir de una manera no clerical, en donde el fiel laico se subordina al Padre, donde le tiene una reverencia tal que prácticamente le tiene que pedir autorización para una gran cantidad de cosas?.
El clericalismo no es sólo un fenómeno de los padresitos, donde muchos de nosotros los laicos vivimos cómodos, cuando el Padre nos decide, nos orienta por dónde, como creyendo que eso es parte de su ministerio. El ministerio sacerdotal, desde la antigüedad y, por supuesto, conforme al Vaticano II, está circunscrito hacia la afirmación fuerte e ilustrada de la fe, la impartición de los sacramentos y la predicación de la Palabra de Dios. Pero a partir de ahí, con esos nutrientes los fieles laicos, por ejemplo, tenemos toda la libertad para actuar, organizarnos, participar de múltiples maneras, sin necesidad de tener que pedirle permiso al Padre. Y entonces, esto costará trabajo, porque estamos muy acostumbrados a vivir bajo estructuras, formas, estilos organizativos y hasta de convivencia muy clericales.
Pregunta: ¿Qué te queda en el corazón de este encuentro?
Respuesta: Yo sobre todo veo que estamos al inicio, estamos aprendiendo. Es normal cometer errores y si los cometemos a la hora de implementar, de corregir, pues habrá que aceptarlo con toda paz y seguir caminado juntos ayudándonos todos a ser más inclusivos, a mejorar, a escuchar a todos los sectores de la Iglesia, aún a los más incómodos, con paz, con alegría. Bajo la premisa que, antes que una estrategia, antes que un programa pastoral, el principal programa y la principal estrategia es la unidad, la comunión. Si entendemos esto, todo lo demás vendrá como consecuencia positiva, aunque humanamente tenga algunos límites. Si no entendemos esto, muy fácilmente nuestras diferencias naturales de perspectiva nos van a antagonizar y nos van a generar otra vez una Iglesia dividida que no camina junta y que en algunas ocasiones, como ahora lo vemos en las redes sociales, en algunos espacios y ambientes, hasta se cuestiona la autoridad del Sucesor de Pedro.
Ese tipo de cosas tenemos que atenderlas y entenderlas como caridad, con abrazo, con actitud samaritana, evitando caer en la misma tentación de aquellos que les gustaría resolver esto de una manera mucho más pugilística, como en el box.
Mirar a la Virgen de Guadalupe para los mexicanos y para los no mexicanos puede ser la clave para vivir este tipo de aventuras eclesiales y sociales con mucha paz. Ella es nuestra Maestra y nuestra Madre, que siempre la tenemos presente en el Tepeyac. Mirar a San Juan Diego, no como un santito de segunda, sino como aquel que supo cumplir realmente la misión encomendada por María, que nos puede desatorar, desde mi punto de vista personal, de muchas de las telarañas que tenemos en la mente y en el corazón, en la Iglesia, empezando por mí. Ella nos purifica, nos corrige y nunca nos corrige con reproches ácidos, sino con ternura y compasión.
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