(ZENIT Noticias / Roma, 21.11.2021).- En ocasión del 70 aniversario de la fundación de las Oblatas Misioneras de la Inmaculada, el Papa ofreció un breve pero fructífero discurso la mañana del sábado 20 de noviembre en el que se detuvo en tres actitudes para la santidad, a propósito de una frase que repetía san Eugenio di Mazenod: “en nombre de Dios, sean santos”. Ofrecemos una traducción de esas tres actitudes referidas por el Papa.
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1) Estar preparados
Jesús dice: «Estén preparados con vestidos ceñidos a la cintura y lámparas encendidas» (Lc 12, 35). Significa vivir plenamente en el presente aferrándose a la promesa de la eternidad. Toda nuestra vida es luchar por la vida eterna y debemos estar preparados. Una persona está lista cuando está completamente entregada a Dios y a sus hermanos. No cuando llegan los aplausos y el éxito, no, la vida es mucho más. Es estar en el mundo en plenitud, en la verdad y libertad de los hijos de Dios y en la relación de hermandad con los demás. Y esta intensidad de relación con el Padre y con los hermanos y hermanas se nutre de la oración: la oración permite que Dios esté cerca de nosotros, libre de la soledad e infunde esperanza. La oración oxigena la vida: así como no se puede vivir sin respirar, tampoco se puede ser cristiano y vivir como cristiano, y mucho menos como consagrado, sin oración.
2) Ser Oblación
Es muy importante recordar esto siempre: «totalmente». Indica una membresía exclusiva, generosa y sin reservas. ¡Pero ten cuidado! No debemos centrar la mirada en nuestro compromiso, sino en él, en la gracia de su don. Él es el oblato en quien tú eres oblación. Jesús, viniendo entre nosotros como siervo y muriendo en la cruz en medio de dos malhechores, nos explicó bien qué es la vida: es el amor que pide amor, la gracia que pide gratuidad. Y nos lo muestra desde la cruz, porque este camino no es cómodo, no es fácil, pide pagar en persona. Pero es el camino de la paz y la alegría.
3) Confiar en Dios como María
…imitarla en la escucha y aceptación de la voluntad de Dios, para que también su Palabra se encarne en nosotros. Gracias a su fe, a su «sí», a su «aquí estoy», se cumplió el plan de salvación universal del Padre. El camino seguro, por tanto es el que ella ha seguido, camino bien descrito por las incandescentes palabras que su histórico Fundador le dejó en su testamento: «Tu vocación es el amor, tu ley es el amor, tu medicina es el amor. Amor cristocéntrico, trinitario y misionero universal, en casa y en todo el mundo, reencarnando el de la Madre, como verdaderas nuevas Marías de Nazaret, ardientes y generosas como y con ella”.
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