(ZENIT Noticias, 23.11.2021).- Por la tarde del lunes 22 de noviembre el Papa se trasladó al Hotel Erfige de Roma donde los obispos italianos iniciaron una Asamblea Extraordinaria que se extiende hasta el 25 del mismo mes y donde tratan, entre otros, el tema del próximo sínodo mundial y cómo lo han implementado en sus diócesis. Este encuentro también sirve para preparar la Asamblea Ordinaria de mayo de 2022.
El presidente del episcopado italiano, el arzobispo de Perugia, Card. Gualtiero Bassetti, ofreció al Papa unas palabras de bienvenida a nombre de todos. También le pidió “motivarlos, orar por ellos y su paterna bendición”.
El Papa no sólo les dio eso: también llevó a cada obispo una postal con las “bienaventuranzas del obispo” por un lado y la imagen del buen pastor por el otro. La pequeña cartulina retoma una idea referida por el arzobispo de Nápoles, mons. Domenico Battaglia, en una de sus homilías. El discurso del Papa a los obispos fue privado y por eso no se conoce el contenido del mismo.
Traducimos a continuación las “bienaventuranzas del obispo” que estaban impresas en italiano en la cartulina que el Papa regaló a los obispos:
1) Bienaventurado el Obispo que hace pobreza y comparte su estilo de vida, porque con su testimonio está construyendo el reino de los cielos.
2) Bienaventurado el Obispo que no teme mancharse el rostro de lágrimas, para que los dolores del pueblo, las labores de los sacerdotes, se reflejen en ellas, encontrando el consuelo de Dios en el abrazo de los que sufren.
3) Bienaventurado el Obispo que considera su ministerio un servicio y no un poder, haciendo de la mansedumbre su fuerza, dando a todos el derecho de ciudadanía en su corazón, el derecho a habitar la tierra prometida a los mansos.
4) Bienaventurado el Obispo que no se encierra en los edificios gubernamentales, que no se convierte en un burócrata más atento a las estadísticas que a los rostros, más a los trámites que a las historias, tratando de luchar junto al hombre por el sueño de justicia de Dios porque el Señor, encontrado en el silencio de la oración diaria, será su alimento.
5) Bienaventurado el Obispo que tiene un corazón por la miseria del mundo, que no tiene miedo de ensuciarse las manos con el barro del alma humana para encontrar el oro de Dios, que no se escandaliza por el pecado y la fragilidad de los demás, porque él es consciente de su propia miseria, porque la mirada del Crucifijo Resucitado será para él el sello del perdón infinito.
6) Bienaventurado el Obispo que aleja la duplicidad de corazón, que evita cualquier dinámica ambigua, que sueña con el bien incluso en medio del mal, porque podrá alegrarse en el rostro de Dios, encontrando su reflejo del hombre en cada charco de la ciudad.
7) Bienaventurado el Obispo que obra la paz, que acompaña los caminos de la reconciliación, que siembra la semilla de la comunión en el corazón del presbiterio, que acompaña a una sociedad dividida en el camino de la reconciliación, que lleva de la mano a todo hombre y mujer de buena voluntad por el camino de la reconciliación para construir la fraternidad: Dios lo reconocerá como su hijo.
8) Bienaventurado el Obispo que por el Evangelio no teme ir contra corriente, endureciendo su rostro como el de Cristo en su camino a Jerusalén, sin dejarse reprimir por malentendidos y obstáculos porque sabe que el Reino de Dios avanza en medio de la contradicción del mundo.
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