A las 11 de la mañana del martes 2 de noviembre, el Santo Padre celebró la misa de los fieles difuntos en el Cementerio Militar Francés de Roma. Apenas llegar, caminó entre las tumbas y depositó ramos de flores en algunas de ellas. En otras se detuvo para orar, especialmente en las tumbas que no tienen nombre. Antes de iniciar la misa saludó a unos niños. Ofrecemos la traducción al español de la bella y breve homilía del Papa:
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Me viene a la mente un escrito que está en la puerta de un pequeño cementerio del norte: “Tú que pasas, piensa en tus pasos, y por tus pasos piensa en el último paso”.
“Tú que pasas”
La vida es un camino, todos estamos en camino. Todos nosotros, si queremos hacer algo en la vida, estamos en camino. No es un paseo, mucho menos un laberinto, no; es camino. En el camino pasamos ante tantos hechos históricos, ante tantas situaciones difíciles. Y también ante los cementerios. El consejo de este cementerio es: “Tú que pasas, detén el paso y piensa, por tus pasos, en el último paso”. Todo tendremos un último paso. Alguno podrá decirme: “Padre, no sea así de luctuoso, no sea trágico”. Pero es la verdad. Lo importante es que en este último paso nos encontremos en camino, no dando vueltas de paseo; en el camino de la vida y no en un laberinto sin fin. Estar en camino para que último paso nos encuentre caminando. Este es el primer pensamiento que quiero decir y me sale del corazón.
Las tumbas
El segundo pensamiento son las tumbas. Esta gente -gran gente- murió en la guerra, está muerta porque fue llamada a defender la patria, a defender valores, a defender ideales, y tantas veces a defender situaciones políticas tristes y lamentables. Y son las víctimas, las víctimas de la guerra, lo que comen los hijos de patria. Pienso en Anzio, en Redipuglia; pienso en Piave en el 14 -tantos se han quedado ahí-; pienso a la playa de Normandía: ¡cuarenta mil en aquel desembarco! Pero no importa, caían…
Me detuve ante una tumba, ahí: “Desconocido. Muerto por Francia. 1944”. Ni siquiera el nombre. En el corazón de Dios está el nombre de todos nosotros, pero esta es la tragedia de la guerra. Estoy seguro que todos estos que fueron de buena voluntad, llamados por la patria para defenderla, están con el Señor. Pero nosotros, que estamos en camino, ¿luchamos suficientemente para que no haya guerras? ¿Para que no haya economías de países fortalecidas por la industria de las armas? Hoy la predicación debería ser mirar las tumbas: “Muerto por Francia”; algunas tienen el nombre, otras pocas no. Pero estas tumbas son un mensaje de paz: “¡Deténganse, hermanos y hermanas, deténganse! ¡Deténganse, fabricadores de armas, deténganse!”.
Les dejo estos dos pensamientos: “Tu que pasas, piensa, por tus pasos, en el último paso”: que haya paz, paz del corazón, paz en todo. El segundo pensamiento: estas tumbas nos hablan, gritan, gritan por sí mismas, gritan: “¡paz!”.
Que el Señor nos ayude a sembrar y conservar en nuestro corazón estos dos pensamientos.
Traducción del original italiano realizado por el director editorial de la agencia.
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