(ZENIT – 26 nov. 2018).- Del 23 al 25 de noviembre, tuvo lugar en el Aula Pablo VI el III Encuentro Internacional de las Corales, organizado por el Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización en colaboración con los Nova Opera Onlus, en el que participan cantantes y músicos de todo el mundo,
A las 12:20 horas el Santo Padre Francisco ha ido al Aula Pablo VI para encontrar a los participantes en el encuentro y les ha dirigido el siguiente discurso:
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Discurso del Santo Padre
Queridos hermanos y hermanas, buenos días
Con vuestra presencia en este Aula han resonado música y cantos que de alguna manera han traspasado las paredes: ¡habéis despertado al Vaticano! Es hermoso escuchar vuestras melodías y sentir la alegría y la seriedad con que todos juntos dais voz a la belleza de nuestra oración. Agradezco a Mons. Rino Fisichella por su creatividad y por sus palabras y la iniciativa que nos hace ver de cerca los tantos caminos de la evangelización.
Hace pocos días, como sabéis tuvo lugar el Sínodo de los Obispos, dedicado a los jóvenes, y un tema que se trató con interés fue precisamente el de la música: “Es muy peculiar la importancia de la música, que representa un verdadero y propio entorno en el que los jóvenes están constantemente inmersos, así como una cultura y un lenguaje capaces de despertar emociones y moldear la identidad. El lenguaje musical también representa un recurso pastoral, que interpela en particular la liturgia y su renovación » (Documento final, 47).
Vuestra música y vuestros cantos son un verdadero instrumento de evangelización en la medida en que os hacéis testimonio de la profundidad de la Palabra de Dios que toca los corazones de las personas, y permite una celebración de los sacramentos, especialmente de la Sagrada Eucaristía, que deja entrever la belleza del Paraíso. No cedáis nunca en este compromiso tan importante para la vida de nuestras comunidades; de esta manera, con el canto dais voz a las emociones que están en lo profundo del corazón de todos. En los momentos de alegría y de tristeza, la Iglesia está llamada a estar siempre cerca de las personas, para ofrecerles la compañía de la fe. ¡Cuántas veces la música y el canto hacen que esos momentos sean únicos en la vida de las personas, porque los conservan como un recuerdo precioso que ha marcado su existencia!
El Concilio Vaticano II, al realizar la renovación de la liturgia, reiteró que “la tradición musical de la Iglesia constituye un patrimonio de valor inestimable” (Const. Sacrosanctum Concilium, 112). Y así es. Pienso, en particular, en las muchas tradiciones de nuestras comunidades dispersas por todo el mundo, que muestran las formas más arraigadas en la cultura popular, y que se convierten en una oración verdadera y propia. Esa piedad popular que sabe rezar con creatividad, que sabe cantar con creatividad: esa piedad popular que, como ha dicho un obispo italiano, es “el sistema inmunitario” de la Iglesia. Y el canto lleva adelante esta oración. A través de estas músicas y cantos, se da también voz a la oración y de este modo se forma un verdadero coro internacional, donde al unísono se eleva al Padre de todos la alabanza y la gloria de su pueblo.
Vuestra presencia, al tiempo que resalta la internacionalidad de vuestros respectivos países, nos hace comprender la universalidad de la Iglesia y sus diferentes tradiciones. Vuestro canto y vuestra música, especialmente en la celebración de la Eucaristía, evidencian que somos un solo Cuerpo y cantamos con una sola voz nuestra única fe. Incluso si hablamos diferentes idiomas, todos pueden entender la música con la que cantamos, la fe que profesamos y la esperanza que nos aguarda.
Vosotros estudiáis y os preparáis para hacer de vuestro canto una melodía que favorezca la oración y la celebración litúrgica. Sin embargo, no caigáis en la tentación de un protagonismo que eclipsa vuestro compromiso y humilla la participación activa del pueblo en la oración. Por favor, no hagáis de “prima donna”. Sed animadores del canto de toda la asamblea y no lo reemplacéis, privando al pueblo de Dios de cantar con vosotros y de dar testimonio de una oración eclesial y comunitaria. A veces me da pena cuando, en algunas ceremonias, se canta muy bien, pero la gente no puede cantar esas cosas…Vosotros que habéis comprendido más profundamente la importancia del canto y de la música, no menoscabéis las otras expresiones de la espiritualidad popular: las fiestas patronales, las procesiones, las danzas y los cantos religiosos de nuestro pueblo también son un verdadero patrimonio de la religiosidad que merece ser valorado y sostenido porque es siempre una acción del Espíritu Santo en el corazón de la Iglesia. El Espíritu en el canto nos ayuda a salir adelante.
La música, pues, sea un instrumento de unidad para hacer eficaz el Evangelio en el mundo de hoy, a través de la belleza que aún fascina y hace posible creer confiándose al amor del Padre.
Os acompaño con mi bendición y os encomiendo a Santa Cecilia, vuestra Patrona, pero sobre todo os pido que no os olvidéis de rezar por mí, ¡rezad por mí también con vuestros cantos! Gracias
© Librería Editorial Vaticano
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