Números 6,22-27: “Invocarán mi nombre y yo los bendeciré”
Salmo 66: “Ten piedad de nosotros, Señor, y bendícenos”
Gálatas 4,4-7: “Envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer”
San Lucas 2,16-21: “Encontraron a María, a José y al niño. Al cumplirse los ocho días, le pusieron por nombre Jesús”
Día primero del año. Estrenamos nuevo regalo: el tiempo de Dios se hace pequeño para que lo podamos asumir nosotros y participemos de su historia. Iniciamos un nuevo año y lo hacemos como lo proclama la liturgia de este día con la bendición y la presencia de Dios en nuestras vidas. La tarea será descubrir ese rostro amoroso y providente de Dios que se hace manifiesto en cada momento.
Hay quienes miran con pesimismo el año que comienza y ya están sembrando dudas y temores… el verdadero discípulo de Jesús, sin dejar de mirar la realidad, tendrá que sembrar esperanzas y sano optimismo para escribir las primeras palabras en este libro nuevecito que estamos por estrenar.
Este día está marcado por muchas celebraciones que nos quisieran impulsar para tomar fuerzas y esperanza. Celebramos hoy la jornada mundial por la paz y creo que es uno de los ámbitos donde tendremos que trabajar ardientemente y con la fe en el Señor. En el contexto actual es necesario más que nunca que la Palabra de Dios sea fuente de reconciliación y de paz. En ella nos podremos anclar para luchar por encontrar caminos que nos ayuden a construir la verdadera paz.
Cristo es nuestra paz y puede derribar los muros del odio. Es verdad que el año se inicia con graves conflictos, con tensiones y agresiones… pero también es verdad que nosotros tenemos nuestra mirada fija en Cristo que puede darnos la verdadera paz.
Hay quienes han querido utilizar la religión como sustento de sus conflictos, pero la verdadera imagen de Dios siempre nos llevará a descubrir en el otro un hermano y a buscar construir un mundo casa de todos. Que hoy renovemos este compromiso grande de construir la paz en nuestros pueblos, en nuestros hogares y en nuestra propia persona.
Como modelo de lucha, de escucha de la Palabra y de verdadera entrega, hoy nos presenta la Iglesia a María Madre de Dios. Es María, la pequeñita, que con su “sí” comprometido asume la responsabilidad de dar vida a Jesús y presentarlo hecho carne a todos los hombres, que ella también hoy nos acompañe y nos ayude a descubrir el rostro de Jesús, a dar un sí que nos comprometa a presentar también hoy ese mismo rostro de Jesús a nuestro mundo tan desalentado y triste. Que con María, con Jesús, construyamos la paz.
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