Ciudad de Guatemala (Agencia Fides) - La celebración de la beatificación de diez mártires de la diócesis guatemalteca de Quiché tendrá lugar en Santa Cruz del Quiché el 23 de abril de 2021. Anunciando la solemne ocasión, los Obispos de Guatemala han publicado un mensaje en el que recorren la historia de esta tierra, bañada en la sangre de muchos mártires, “fieles testigos de Dios” y de su Evangelio, comprometidos para que la comunidad y la sociedad fuesen construidas según los valores del Reino.
El 23 de enero de 2020 el Papa Francisco había autorizado la publicación de los decretos de reconocimiento del martirio de 3 sacerdotes y 7 laicos, entre ellos un niño de 12 años, asesinados por odio a la fe entre 1980 y 1991. Les movía únicamente el amor a Dios y a sus hermanos más pobres, en una época de persecución de la Iglesia y de violencia contra toda la población. Sus nombres se unen a los cientos de otros testigos, conocidos y desconocidos, que han fecundado esta tierra con su sangre (véase Fides 13/2/2020).
Los tres sacerdotes son Misioneros del Sagrado Corazón de Jesús, todos nacidos en España. El padre José María Gran Cirera fue enviado a Guatemala en 1975, donde trabajó con los pobres y los indígenas. Fue asesinado el 4 de junio de 1980 junto con el sacristán y catequista Domingo del Barrio Batz, también entre los nuevos beatos, cuando regresaban de una visita pastoral a unos pueblos. En 1959 el padre Faustino Villanueva Villanueva fue enviado a Guatemala, donde desempeño responsabilidades pastorales en varias parroquias de la diócesis de Quiché. Fue asesinado el 10 de julio de 1980. El padre Juan Alonso Fernández fue enviado a Guatemala en 1960, el mismo año de su ordenación. De 1963 a 1965 fue misionero en Indonesia. A su regreso a Guatemala, fundó la parroquia de S. María Regina en Lancetillo. Fue torturado y asesinado el 15 de febrero de 1981.
Junto a ellos, serán beatificados 7 laicos. Además de Domingo del Barrio Batz, casado, asesinado junto al padre Cirera, están Juan Barrera Méndez, de 12 años, miembro de la Acción Católica; Tomás Ramírez Caba, casado, sacristán; Nicolás Castro, catequista y ministro extraordinario de la Comunión; Reyes Us Hernández, casado, dedicado a actividades pastorales; Rosalío Benito, catequista y agente de pastoral; Miguel Tiu Imul, casado, director de Acción Católica y catequista.
En su mensaje del 21 de marzo, los obispos de Guatemala recuerdan que “a lo largo de la historia de la Iglesia, en diferentes épocas y circunstancias, hombres y mujeres, discípulos fieles del Señor, han derramado su sangre hasta la muerte. Con el sacrificio de la propia vida, sellaron las convicciones más profundas que animaron su vida: vivir como Jesús, entregar la existencia por los demás y participar en su destino. Destino de persecución y muerte”
En la historia reciente de la Iglesia en Guatemala, desde el año 2017 han sido ya beatificados cuatro mártires, que “en los años del conflicto armado interno, derramaron su sangre porque estaban convencidos que no hay amor más grande que dar la vida por los demás, sobre todo cuando la Iglesia Católica se empeñaba en defender los valores del Reino, proclamados por el Señor Jesús: la defensa de la dignidad humana, el respeto a la vida, la justicia social y la defensa de los más débiles y vulnerables”.
“Ahora, – prosiguen -, el Señor nos ofrece de nuevo la oportunidad de alabarlo y agradecerle ya que el próximo 23 de abril, seremos testigos de la Beatificación de los Mártires de la Diócesis de Quiché”. En el mensaje los obispos recuerdan que en la diócesis de Quiché la acción evangelizadora se intensificó en los años ‘40 del siglo pasado, involucrando a muchos hombres y mujeres con Dios, la Iglesia y la sociedad. Su vida estaba marcada por la fe , la caridad y la oración, la misma fe en la Resurrección que sostuvo su espíritu y les dio fortaleza para enfrentar el sufrimiento y la muerte. “Su testimonio y ejemplo nos ayuda a confirmar nuestra fe en la Resurrección de Cristo y nos ofrece la oportunidad de honrarlos porque ellos también dieron su vida por sus propios enemigos. La memoria de su vida y de sus obras reafirman la esperanza que hay que morir para vivir y que no hay amor más grande que dar la vida por los demás.”.
La vida de estos nuevos mártires se caracterizó por sus obras, continúan los obispos, ya que estaban convencidos de que el cristiano no puede desentenderse de la realidad en que vive ni mucho menos encerrarse en un individualismo egoísta cerrado a las grandes necesidades de sus pueblos y comunidades. fueron promotores de la justicia, constructores de la paz, artesanos del bien común, defensores inclaudicables de la persona y sus derechos, heraldos valientes del Evangelio, aun en medio de las pruebas a las cuales fueron sometidos sin olvidar la historia de mentiras, humillaciones, acusaciones y calumnias.
“Al contemplarlos como mártires de la Iglesia, un canto de gratitud y de alabanza surge de nuestro corazón – concluye el mensaje -. Bienaventurada la sangre derramada por estos hermanos nuestros, porque ellos, con su testimonio, nos han mostrado lo que significa amar a Jesucristo … Bienaventurados los mártires de un pueblo indígena bendecido con la fe en Jesucristo, porque ellos nos han mostrado hasta dónde puede llegar la entrega de un catequista o un misionero… Dios ha estado grande con nosotros porque en medio de la violencia incontrolable de aquellos terribles años, brilló la luz, la esperanza, y hoy se cosechan frutos de fidelidad y santidad por su testimonio”.
(SL) (Agencia Fides 24/03/2021)
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