San Salvador (Agencia Fides) - La hermana Ita Ford y la hermana Maura Clarke, de las dominicas de Maryknoll, la hermana Dorothy Kazel, de las ursulinas, y la voluntaria laica Jean Donovan son las cuatro misioneras norteamericanas que fueron asesinadas el 2 de diciembre de 1980 en El Salvador, en plena guerra civil, en medio del clima de violencia que tomo como objetivo a la Iglesia y a sus representantes. Unos meses antes, el 24 de marzo de 1980, el arzobispo de San Salvador, Óscar Romero, que había llamado a las dos hermanas de Maryknoll a trabajar en su diócesis, había sido asesinado.
En el 40 aniversario de la muerte de las cuatro misioneras, el Papa Francisco las recordó con estas palabras: “fueron secuestradas, violadas y asesinadas por un grupo de paramilitares. Prestaban su servicio a El Salvador en el contexto de la guerra civil. Con empeño evangélico y corriendo grandes riesgos llevaban comida y medicinas a los desplazados y ayudaban a las familias más pobres. Estas mujeres vivieron su fe con gran generosidad. Son un ejemplo para todos para convertirse en fieles discípulos misioneros”. (Audiencia general del 2 de diciembre de 2020).
La han. Ita Ford nació en Brooklyn, Nueva York, el 23 de abril de 1940. Su vida misionera, antes de responder a la invitación de Monseñor Romero de ir a San Salvador, la había pasado en Chile, donde asistía a los necesitados obligados a vivir en medio de grandes penurias, privaciones y persecuciones por el régimen. La Hermana Maura Clarke nació el 13 de enero de 1931 en Queens, Nueva York. Antes de llegar a El Salvador, pasó buena parte de su vida misionera en Nicaragua, siempre al lado de los pobres. Las dos misioneras de Maryknoll, que llegaron a El Salvador con pocos meses de diferencia, trabajaron siempre codo con codo hasta su muerte.
La hna. Dorothy Kazel de las ursulinas, nació en Cleveland, Ohio, el 30 de junio de 1939. Después de enseñar durante unos años en Cleveland, realizó su labor misionera en Arizona. En 1974, tras finalizar sus estudios, decidió unirse al grupo misionero diocesano que trabajaba en El Salvador. Allí se dedicó a la formación de catequistas, a los programas de preparación para los sacramentos y también a la distribución de alimentos y a la asistencia a las víctimas de la guerra civil, proporcionándoles alimentos y medicinas.
Jean Donovan, misionera laica de la familia Maryknoll, la más joven de las cuatro, nació el 10 de abril de 1953 en Westport, Connecticut, y tras su tiempo de formación, llegó a El Salvador en julio de 1979, en un momento de gran tensión. Fue nombrada coordinadora de Cáritas diocesana y trabajó junto a la hermana Dorothy en la distribución de alimentos a los desplazados y a los pobres, así como en programas de educación familiar y de asistencia. Todos los domingos asistía a la misa en la catedral celebrada por Monseñor Romero, por quien sentía una gran estima.
El relato de su asesinato lo hizo un misionero canadiense, Gregory Chisholm, que por casualidad se encontraba allí. El 27 de noviembre de 1980, ocho meses después del martirio de Monseñor Romero, cinco altos dirigentes del Frente Democrático Revolucionario fueron secuestrados y asesinados en El Salvador. Una delegación de la Iglesia Ecuménica, compuesta por canadienses y estadounidenses, viajó a El Salvador para asistir a los funerales. Entre ellos estaba el padre Chisholm, que llegó en la tarde del 2 de diciembre al aeropuerto de la capital. Allí conoció a la hermana Dorothy y a Jean, que esperaban el regreso de la hermana Ita y la hermana Maura de Managua. En el tramo de carretera que lleva del aeropuerto a la ciudad, el autobús que transportaba a la delegación ecuménica fue detenido por las fuerzas de seguridad nacionales. Poco después, en el mismo lugar, las fuerzas de seguridad también detuvieron el vehículo en el que viajaban los cuatro misioneras, que fueron golpeadas, violadas y asesinadas. Sus cuerpos fueron descubiertos más tarde con una bala en la cabeza, enterradas en una fosa. Unos años más tarde, cuatro antiguos miembros de la Guardia Nacional fueron condenados por el asesinato, y uno de ellos pidió perdón.
El Presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), Mons. Miguel Cabrejos Vidarte, Arzobispo de Trujillo, en el 40º aniversario de su martirio, en un mensaje dirigido a todas las Conferencias Episcopales de América Latina y el Caribe, escribió: “Queremos unirnos al pueblo salvadoreño resaltando el relevante servicio que las Hermanas Misioneras Mártires realizaron a favor de los más pobres, marginados y vulnerables, con una entrega total y desinteresada en defensa de la vida de las víctimas del conflicto armado, que tanto sufrimiento causó y que enlutó a familias enteras de la querida patria de San Arnulfo Romero, especialmente a los refugiados y desplazados... queremos recordar el gran legado de ardiente compromiso cristiano que estas misioneras dejaron, especialmente a las generaciones más jóvenes, ofreciendo sus vidas”.
(SL) (Agencia Fides 18/03/2021)
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