Nazareth (Agencia Fides) – “No es a través de la tecnología que nos encontraremos con el Señor. No serán las misas virtuales las que nos salvarán, ni las redes sociales, sino el encuentro personal con Él”. Así es como el Arzobispo Pierbattista Pizzaballa, Patriarca de Jerusalén de los Latinos, ha querido recordar la única fuente de curación y redención que puede salvar la vida de los hombres y mujeres de todos los tiempos, incluido el presente, tan marcado por el dolor y el desconcierto ante la pandemia. Lo ha dicho celebrando la solemnidad de la Anunciación del Señor, en Nazaret, en la Basílica construida en el lugar donde, según la tradición cristiana, el Arcángel Gabriel anunció a la Virgen María el inminente nacimiento de Jesús.
La Homilía de la Anunciación pronunciada por el Patriarca Pizzaballa representa una ayuda preciosa, luminosa y desgraciadamente aislada para mirar el momento que vivimos con una mirada cristiana, a la luz del misterio de la Encarnación. El Patriarca recuerda que el año pasado, por estas fechas, “todos estábamos conmocionados por la irrupción de la pandemia en la vida personal y colectiva de cada uno de nosotros”, pero añade que ahora, un año después, “no tenemos las ideas más claras. El miedo nos ha llevado a pensar que el mundo es un lugar hostil y peligroso. Podremos gestionar mejor la emergencia sanitaria, pero todo lo demás: la economía, la vida social, la educación, el trabajo... todo es aún más frágil que antes y está expuesto a tantos interrogantes”. Las cuestiones en torno a las cuales se centra la atención colectiva se concentran en la economía, la vida social y la atención sanitaria. “Pero, ¿qué dice todo esto a nuestra fe? - se pregunta monseñor Pizzaballa -. El mismo Señor nos pregunta: ‘¿Sabéis, pues, interpretar la apariencia del cielo y sois incapaces de interpretar los signos de los tiempos?’”.
El último año ha visto también las iglesias cerradas, con celebraciones suspendidas incluso en Semana Santa y sin Navidad: “También la vida de la fe”, señala el Patriarca, “parece haberse convertido en virtual: misas online, pastoral en zoom, bendiciones a distancia”. Pero el misterio que se celebra hoy nos recuerda que el ‘sí’ de María “permitió a Dios irrumpir en la realidad del mundo, asumiendo nuestra misma carne”. Precisamente en Nazaret, en un momento preciso, “el Verbo de Dios asumió nuestra humanidad en todo, menos en el pecado. Y esto – ha sugerido Pizzaballa - ya nos dice cuánto ama Dios esta realidad nuestra. El mundo nunca ha sido una isla feliz: los problemas de todo tipo, las injusticias, las divisiones, las guerras, las enfermedades están ahí hoy como en el pasado y siempre. Pero todo esto no ha impedido en absoluto el cumplimiento del plan de Dios en este mundo. Su deseo de salvación no se detuvo por nuestra desobediencia: se hizo uno de nosotros, porque nos amó como somos. Si hubiéramos sido perfectos, tal vez no habría sido necesario un plan de salvación, su intervención en la historia”. “Quien camina en el tiempo siguiendo a Jesús – ha añadido el Patriarca - es llevado a amar la realidad de este mundo, como Dios la amó”. Este mundo, aunque marcado por el dolor, “es, sin embargo, el lugar en el que Dios se manifestó y en el que se encontró con nosotros, y en el que aún hoy nos encontramos con Él”. Incluso en tiempos difíciles, no hay nada “que pueda impedirnos vivir plenamente. La fe implica también reconocer la belleza de esta realidad nuestra, saber afrontar los hechos de la vida, bellos o fatigosos, con la certeza del bien que nos habita, de una Palabra que nos salva”.
Continuando con su homilía, el Patriarca latino de Jerusalén ha llamado por su nombre a las tentaciones más insidiosas del tiempo actual, reconociendo que cada vez más a menudo, y especialmente en este último año, incluso “en la Iglesia hemos vivido más virtualmente que realmente”. No hay que despreciar las herramientas tecnológicas, porque ciertamente han permitido a todos mantener un mínimo de socialidad. Pero no es a través de la tecnología – ha añadido Pizzaballa - que nos encontraremos con el Señor, no serán las misas virtuales las que nos salven, ni las redes sociales, sino el encuentro personal con Él”. Y la memoria de la Anunciación a María, celebrada hoy por la Iglesia, “es también una invitación a no huir de la realidad, a no evitar el encuentro con lo que realmente somos, sino, por el contrario, a encontrar en la propia vida, personal y comunitaria, como es, los signos de la presencia de Dios, el lugar donde encontrarlo”. El acontecimiento de la Encarnación de Jesús, ha subrayado el Patriarca latino de Jerusalén, no es un mero “movimiento interior” reservado a la Virgen María: hay inmediatamente “muchos testigos en torno al acontecimiento de la Anunciación”: José, su prima Isabel, “el arcángel Gabriel, por supuesto, y sobre todo el Espíritu Santo”. La encarnación del Verbo de Dios inmediatamente “puso en marcha a otros, creó una comunidad de personas, unidas por el ‘sí’ de María a la acción del Espíritu de Dios”. Y a lo largo de la historia, ningún sustituto ‘virtual’ y ninguna iluminación ‘mental’ pueden sustituir el modo histórico en que el misterio de la salvación se comunica a través de “testigos que, movidos y guiados por el Espíritu, se han convertido en colaboradores de la realización del plan divino”. Encontrar la obra de Cristo mismo en la vida de los demás – ha seguido diciendo Pizzaballa- es lo que “siempre necesitamos: porque si es cierto que cada persona debe encontrar dentro de sí la seguridad de su propia relación con Dios, también es cierto que hay una confirmación que sólo puede venir de fuera, en la relación con el otro”. Con demasiada frecuencia, ah dicho para concluir el Patriarca, “nos encerramos en nuestros propios problemas, que se convierten en nuestro único horizonte. Siempre estamos tan metidos en los pequeños asuntos de la vida, en las cosas que hay que hacer, o incluso en los grandes proyectos, que nos olvidamos de lo esencial: la existencia sólo tiene sentido si se abre al amor, y al mundo, es decir, todos nosotros, necesitamos tener una experiencia real de esto, necesitamos el abrazo del perdón de Dios, su irrupción en la vida del mundo”. Incluso ante los dolores y enigmas de la actualidad, no hay que hacer discursos, “mirar lejos” o idear “nuevas fórmulas”. Sólo hay que pedir la “irrupción” del perdón de Dios en la vida del mundo. Y “recordar esto a nosotros mismos y a los demás” esta es “la vocación y la misión de la Iglesia hoy”.
(GV) (Agencia Fides 25/3/2021)
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