Así lo indicó el Santo Padre en un mensaje enviado a los participantes de un seminario en línea sobre el pacto educativo global organizado por los escolapios y promovido por la Unión de superiores generales y la Unión internacional de superioras generales (UISG).
En la misiva enviada al P. Pedro Aguado Cuesta, prepósito general de la Orden de los Clérigos Regulares Pobres de la Madre de Dios de las Escuelas Pías, conocidos como los escolapios, el Pontífice recordó que “la vida consagrada ha estado siempre a la vanguardia de la tarea educativa”. “Ejemplo de ello es su fundador, San José de Calasanz, que levantó la primera escuela de niños, pero también los religiosos que lo educaron en estadilla y mucho antes los monasterios medievales que preservaron y difundieron la cultura clásica”, dijo el Papa al superior de los escolapios y añadió que “de esta fuerte raíz, han surgido en todas las épocas de la historia distintos carismas que, por don de Dios, han sabido acomodarse a las necesidades y desafíos de cada tiempo y lugar”.
En esta línea, el Santo Padre dijo a los religiosos que “hoy la Iglesia los llama a renovar ese propósito desde la propia identidad, y les agradezco que hayan tomado este testigo con tanto empeño y entusiasmo”.
Además, en el texto, el Papa destacó las tres líneas de acción que se están promoviendo en el pacto educativo global, que son el “centrarse, acoger e implicar”.
En primer lugar, el Santo Padre pidió “centrarse en lo importante” que consiste “poner la persona en el centro, en su valor, su dignidad, para hacer sobresalir su propia especificidad, su belleza, su singularidad y, al mismo tiempo, su capacidad de relacionarse con los demás y con la realidad que la rodea”.
“Es imprescindible que el objetivo no se pierda de vista y se disipe en los medios, en los proyectos y en las estructuras. Trabajamos para las personas, son ellas las que forman las sociedades, y estas las que estructuran una única humanidad, llamada por Dios a ser su Pueblo de elección”, advirtió.
Después, el Papa destacó que la acogida supone “ponerse a la escucha del otro, de los destinatarios de nuestro servicio, los niños y los jóvenes” e implica que “los padres, alumnos y autoridades -principales agentes de la educación- presten oído a otro tipo de sonidos, que no son simplemente los de nuestro círculo educativo. Eso evitará que se cierren en su propia autorreferencialidad y hará que se abran al grito que brota de todo hombre y de la creación”.
Por último, el Santo Padre recordó que la importancia de “implicar e implicarnos” que significa “trabajar por dar a los niños y jóvenes la posibilidad de ver este mundo que les dejamos en herencia con un ojo crítico, capaz de entender los problemas en el ámbito de la economía, la política, el crecimiento y el progreso, y de plantear soluciones que estén verdaderamente al servicio del hombre y de toda la familia humana en la perspectiva de una ecología integral”.
Finalmente, el Pontífice aseguró sus oraciones por los esfuerzos de todos “los consagrados y laicos que trabajan en el ámbito de la educación, pidiendo al Señor que, como siempre ha hecho, también en este momento histórico la vida consagrada sea una parte esencial del pacto educativo global. Los encomiendo al Señor, y pido a Dios que los bendiga y que la Virgen Santa los cuide”.
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