Uruguay: Mensaje de los obispos en tiempo de pandemia

(zenit – 10 nov. 2020).- “Mirando con Dios este tiempo” es el título del mensaje de los obispos de Uruguay  difundido el pasado 8 de noviembre, fiesta de la Virgen de los Treinta y Tres, patrona del Uruguay, tras concluir su Asamblea Plenaria.

Desde el Santuario Nacional de María en Florida, los representantes de la Conferencia Episcopal del Uruguay elevaron una oración y ofrecieron dicho documento de 22 puntos en el que exponen “nuestra mirada de pastores ante la realidad generada por la pandemia que nos afecta” .

Razones para la esperanza

Los primeros puntos del escrito describen motivos de esperanza encontrados durante el tiempo de pandemia, “cuyas consecuencias finales todavía no podemos avizorar”. Los prelados manifiestan la “libertad responsable” ejercida por la mayoría de uruguayos, que no necesitaron medidas drásticas para cuidarse ni cuidar al resto.

También explican cómo la solidaridad se manifestó de forma “inmediata y creativa” para que a nadie le faltara el alimento diario. Siguiendo esta línea, recuerdan la organización del Fondo Coronavirus y el refuerzo del sistema de salud para no “llegar a escenarios críticos”.

Del mismo modo, señalan la labor de las familias que se comunicaron virtualmente con los miembros más mayores para evitar el contacto físico, y las “iniciativas generosas” surgidas para paliar la situación de soledad de las personas ancianas.

La permanencia en el hogar, prosiguen, “llevó a reorganizar la vida familiar en otro ritmo. Alguna gente se encontró aprendiendo, realizando y compartiendo” tanto las tareas tradicionales como el manejo de las nuevas tecnologías.

Igualmente, las iglesias permanecieron abiertas y los sacerdotes “buscaron también formas de mantener los vínculos de la comunidad, utilizando las redes sociales para transmitir celebraciones y charlas de formación”.

Los centros de educación católica “buscaron la forma de llegar a sus alumnos y no dejar caer el aprendizaje”. Un “enorme esfuerzo”, califican, sobre todo para “centros de barrios populares y del interior”.

Las obras sociales vinculadas a la Iglesia incrementaron sus servicios a “personas en situación de calle e inmigrantes”. Se mantuvo la “educación a distancia en el campo de educación no formal y se distribuyeron canastas de alimentos a familias”.

Motivos de preocupación

Los obispos detallan la problemática surgida por la pandemia en el campo de la salud: “riesgo de contagio”, “necesidad de consulta y asistencia” que se han postergado y restricciones del servicio sanitario. Además, destacan especialmente la situación de las personas que viven solas y en residenciales “privadas por mucho tiempo de visitas” y el hecho de no haber podido acompañar la muerte y el duelo de los seres queridos.

También manifiestan su preocupación por la situación laboral “precaria”, de “informalidad de muchas personas”, “complejos desafíos que requerirán muy diversas medidas”.

“Extrañamos la efusividad con familiares y amigos”, indican, “los besos y abrazos, antes cotidianos, se han restringido”. De igual modo, algunas familias tuvieron episodios de “formas de violencia doméstica”.

Dado que el año lectivo está a punto de terminar, el mensaje se refiere a los esfuerzo por mantener la enseñanza por medios digitales y llaman a reflexionar sobre lo que ha significado este curso:“’¿Para qué futuro educamos?’”. Y para qué presente. Y para qué humanidad”.

La Eucaristía, también un tema de preocupación. Durante el tiempo en que estuvieron suspendidas las presenciales “algunos tuvieron temor a exponerse” para retornar, “otros se instalaron en la comodidad de las transmisiones”. Y resaltan que el encuentro de la comunidad “para la escucha de la Palabra y la ‘Fracción del Pan’, fuente de unidad y de solidaridad, es esencial desde el comienzo de la vida de la Iglesia (cf. Hechos 2,44-47). Necesitamos superar las dificultades para encontrarnos con Jesucristo realmente presente, ofreciéndose como alimento, cuando más lo necesitamos.”

Por otra parte, añaden, “el mundo entero ha sido sacudido por esta emergencia sanitaria”, “con nuestras dificultades, podemos sentirnos bendecidos y al mismo tiempo reconocidos por las oportunas decisiones tomadas por nuestros gobernantes”.

Pandemia, tiempo de Dios

“Es el tiempo que nos toca vivir. Hay que honrar el momento”. Con estas palabras, los purpurados invitan a plantear en profundidad “qué es aquello que da sentido a nuestra vida” y “buscar respuestas a las preguntas más hondas que siguen estando en el horizonte humano”.

La respuesta, prosiguen, “la encontramos los cristianos en Jesucristo Resucitado”: “Su persona y su Evangelio son la respuesta que ofrecemos a todos nuestros hermanos en la certeza de que serán de alivio y salvación”.

De acuerdo a los miembros del episcopado, “las catástrofes y calamidades son también oportunidades para reubicarnos en nuestra verdadera dimensión, para reencontrar nuestra realidad de creaturas”. “Él ha puesto en nosotros los dones que nos permitirán superarnos”, para “crecer en humanidad y en la fraternidad de quienes se reconocen hijos del mismo Padre Dios”, prosiguen.

“¿Qué nos quiere decir Dios en esta situación?”, plantean, “buscando respuestas, a lo largo de la Palabra de Dios y en la historia de la Iglesia vemos que estas calamidades han sido siempre recibidas como un llamado a la conversión, a dejar de lado el pecado y a volverse a Dios”.

Asimismo, los obispos manifiestan que desean “renovar nuestra confianza en Jesucristo, Señor de la historia, Salvador del mundo”. Hacia Él, prosiguen, “queremos volvernos, pidiéndole misericordia para el mundo”.

María para reconocer al Señor

Hace un año, los prelados renovaron la consagración de Uruguay a la Virgen, acto que hizo san Juan Pablo II en su visita al país en 1988. “Hoy, nuevamente, nos ponemos en manos de nuestra Madre”, explican.

María “aprendió a leer en cada acontecimiento la manifestación de Dios”. Con ella “aprendamos a reconocer la presencia del Señor y a atesorar cada uno de esos momentos; no para guardarlos como objetos inmóviles e intocables, sino como rayos de luz que iluminen cada instante de nuestra vida”.

“Dejémonos mirar por nuestra Madre. Pongámonos al amparo de su ternura. Que en Ella encontremos el consuelo y el bálsamo que cura las heridas y el abrazo que reconcilia a los hermanos”, concluyen.

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