El Informe McCarrick, una dolorosa página de la cual la Iglesia aprende

ANDREA TORNIELLI

En el momento del nombramiento del arzobispo en Washington Theodore McCarrick en 2000, la Santa Sede actuó sobre la base de información parcial e incompleta. Desgraciadamente, se cometieron omisiones y subestimaciones, se tomaron decisiones que después se evidenciaron equivocadas, entre otras cosas porque, en el curso de las verificaciones solicitadas por Roma en su momento, las personas interrogadas no siempre dijeron todo lo que sabían. Hasta 2017, ninguna acusación fundada se refirió a abuso o acoso de menores; tan pronto como llegó la primera denuncia de una víctima menor de edad en el momento de los hechos, el Papa Francisco actuó de modo rápido y con decisión contra el anciano cardenal, ya retirado de la conducción de la diócesis desde 2006, primero, quitándole el purpurado y, luego, dimitiéndolo del estado clerical. Esto es lo que se desprende del Informe sobre el conocimiento y el proceso de decision institucional de la Santa Sede en relación con el ex cardenal Theodore Edgar McCarrick (1930 -2017) publicado por la Secretaría de Estado.

Una respuesta puntual

El Informe, por su extensión y contenido, responde puntualmente al compromiso asumido por el Papa Francisco de investigar a fondo el caso McCarrick y de publicar los resultados de la investigación. El Informe representa también un acto de solicitud y cuidado pastoral del Papa hacia la comunidad católica estadounidense, herida y desconcertada por el hecho que McCarrick haya podido llegar a ocupar roles tan altos en la jerarquía. La investigación, llevada adelante en estos dos años, se inició a finales del verano de 2018, durante semanas de evidente tensión tras la intervención del ex nuncio apostólico en Washington, Carlo Maria Viganò, quien a través de una operación mediática internacional, llegó pedir públicamente la renuncia del actual Pontífice.

Ausencia de denuncias de abuso de menores de edad hasta 2017

La fuerza del Informe radica ciertamente en su integralidad, pero también en la visión global que proporciona, de la cual surgen algunos puntos clave que es importante tener en cuenta. El primero se refiere a los errores cometidos, los cuales implicaron la aprobación de nuevas normas en la Iglesia para evitar que la historia se repita. Un segundo elemento dice relación con la ausencia, hasta 2017, de denuncias fundadas de abusos a menores de edad cometidos por McCarrick. Es cierto que en los años noventa lo habían mencionado algunas cartas anónimas llegadas a los cardenales y a la nunciatura de Washington, pero sin dar indicios, nombres ni circunstancias. Lamentablemente, estas fueron consideradas no creíbles precisamente porque carecían de elementos concretos. La primera acusación fundada que afecta a menores fue, de hecho, la de hace tres años, que condujo a la apertura inmediata de un procedimiento canónico, que concluyó con las dos decisiones posteriores del Papa Francisco: primero, le quitó el purpurado al cardenal emérito y, luego, lo dimitió del estado clerical. A las personas que se presentaron para denunciar a McCarrick, a lo largo del proceso canónico, se les debe reconocer el mérito de haber permitido que la verdad saliera a la luz, y la gratitud por haberlo hecho venciendo el sufrimiento del recuerdo de cuanto habían padecido.

La verificación antes del viaje del Papa

El Informe muestra que en el momento de la primera candidatura al episcopado (1977), así como en el momento de los nombramientos en Metuchen (1981) y luego en Newark (1986), ninguna de las personas consultadas para obtener información dio indicaciones negativas sobre la conducta moral de Theodore McCarrick. Una primera "verificación" informal de algunas acusaciones sobre la conducta del entonces arzobispo de Newark contra seminaristas y sacerdotes de su diócesis se hizo a mediados de los años 90, antes del viaje de Juan Pablo II a dicha ciudad de Estados Unidos. Fue el cardenal arzobispo de Nueva York, John O'Connor, quien la llevó a cabo: pidió información a otros obispos estadounidenses y luego concluyó que no había "impedimentos" para la visita papal a la ciudad de la que McCarrick era el pastor en ese momento.



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